lunes, 2 de mayo de 2016

Señora de negro

Nadie te esperaba, nadie te quería, pero era tu trabajo, no tenías elección..

Aun recuerdo recorrer aquel pasillo que lloraba, que olía a desilusión, donde mi mente no podía pensar en otra cosa.

Una puerta se abrió ante mi, y de aquella  luminosa habitación salieron lágrimas, lágrimas contagiosas que no desaparecían.

Mi mente empezó a recordar,  momentos alegres, momentos tristes.. ¿Tristes? Miento. Por más que lo intenté, me fue imposible.

En toda una juventud, me fue imposible vivir un momento así con aquella persona, solo tenías que ver su rostro lleno de vitalidad, que se iba marchitando poco a poco en silencio, mientras que por fuera no dejaba ver más que fuerza.

No hablo de fuerza física, sino de la fuerza que se necesita para levantarse cada día y ser capaz de prestar ayuda sin pedir nada a cambio, hablo de la fuerza para darse a los demás.

Uno de los valores, por el que todos te recordaremos.

Descansa en paz, abuela.

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